En este pequeño espacio abierto de cocina y salón, el objetivo no era solo redistribuir, sino crear una experiencia de calma, de esas que invitan a respirar hondo y disfrutar del tiempo sin prisa.
La propuesta giró en torno a una idea: hacer de lo cotidiano un placer. Por eso, diseñamos una zona de estar envolvente, con un sofá cómodo que invita al descanso, acompañado de una iluminación cálida, suave y bien pensada para cada momento del día.
Para separar sin cerrar, creamos una isla transversal con encimera de porcelánico blanco puro, que sirve tanto para separar estancia como para compartir espacios. Cuatro taburetes la rodean, fomentando la conversación, el desayuno sin prisa, el café a media tarde. Todo fluye con naturalidad
Los colores neutros y los tejidos cálidos, acompañan esta atmósfera serena. Incorporamos texturas como el ratán, que conecta con lo artesanal y lo sensorial.
En la zona del sofá, incorporamos unas molduras clásicas que, lejos de desentonar, aportan un toque elegante y diferenciador que encaja a la perfección con el estilo calmado y natural del espacio. Pintamos esa pared en un tono más profundo para marcar visualmente la transición entre ambientes, creando una sensación sutil de separación sin perder continuidad. Un detalle que transforma el rincón en un punto de interés visual lleno de intención.